Rosalía aparece sola, en silencio, vestida como si estuviera a punto de entrar en combate. A partir de ahí, el relato empieza a tomar forma. Así se presenta el videoclip oficial de “La Perla”, la canción que comparte con Yahritza y su Esencia, trío de música regional mexicana, incluido en Lux, su cuarto álbum de estudio, publicado el siete de noviembre de dos mil veinticinco. La dirección corre por cuenta de Stillz, quien vuelve a trabajar con una estética medida, sin explicaciones de más.
La historia no se cuenta de manera lineal, pero se deja sentir. Rosalía cambia de escenario como quien cambia de ánimo: una pista de hielo, un auto deportivo, un parque, un vestuario. No hay apuro, no hay gestos exagerados. Cada escena parece hablar de control, de distancia, de una calma que se construyó después del caos.
“La perla”, en este contexto, no es un elogio. Es todo lo contrario. En la letra, el término se usa con ironía para describir a alguien difícil, egoísta, incapaz de hacerse cargo de sus actos. Aparecen frases filosas, retratos incómodos, señales de alerta que no necesitan destinatario explícito. El personaje que se dibuja es el de alguien que desgasta, que ocupa espacio, que deja poco detrás.
Musicalmente, la canción avanza sin sobresaltos, apoyándose en el cruce natural entre el estilo de la artista catalana y la identidad sonora del grupo mexicano. No hay choque ni competencia, sino un diálogo que sostiene el clima del relato y le da aire a la interpretación.
El video acompaña ese tono. Rosalía no explica, no señala, no dramatiza. Se mueve con seguridad, incluso cuando está quieta. Todo parece indicar que lo que alguna vez dolió ahora se observa desde otro lugar, con perspectiva y sin necesidad de revancha.
“La Perla” termina funcionando como una pieza más dentro del universo de Lux, un álbum que se construye desde la experiencia, el desencanto y la liberación personal, sin discursos cerrados ni mensajes subrayados. Una historia que no busca convencer, sino mostrar lo que quedó después.